El Espiritismo no es solo prender una vela y fumar un tabaco.

El cervecero milagroso

"Aleman llegado a Bogota"


      Leo Sigifredo Kopp fue un alemán que llegó a Colombia, y no sólo fundó la cervecería Bavaria, sino que también -en tiempos donde eran escasos los servicios públicos-, construyó el barrio La Perseverancia -con agua potable y energía eléctrica- para todos sus trabajadores. Le profesan tanta fe que ya tiene su propia oración con tintes masónicos:

      “Señor Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Creador inefable y gran arquitecto del universo, que nos diste el Siervo de Leo. S. Kopp…”

      Leo Sigifredo nació en Offenbach, Alemania, y llegó a Santander, Colombia, según Horacio Rodríguez, estudioso de la inmigración alemana en Santander, porque “perteneció a una generación de jóvenes europeos de grandes iniciativas y deseosos de realizar en su país y en el exterior, proyectos de vastos alcances”, y para la época -1880- se rumoraba que el país ofrecía buenas oportunidades de progreso. Estas condiciones y los contactos que tenía con otros alemanes que ya vivían en los Estados Unidos de Colombia (nombre del país en ese momento), lo condujeron a América.

      Se instaló en El Socorro, un pueblito cercano a Bucaramanga. Allí fundó Fenicia, un importante almacén de su tiempo. Después instaló, en una esquina de la plaza del pueblo, la fábrica de cervezas Cervecería Alemana Kopp & Cía. Un tiempo después se trasladó a Bogotá donde el 4 de abril de 1889, fundó finalmente la “Kopp’s Deutsche Brauerei Bavaria”.

      La fábrica quedaba en la Carrera 13 con Calle 30, en el barrio que mucho tiempo después tomó su nombre: el Parque Central Bavaria. En el terreno montañoso más cercano, Leo Kopp compró –en 1894– 200 “varas cuadras” para construir las casas de sus trabajadores. Pero al contrario de lo que muchos piensan, no se las regaló: se las descontaba de sus salarios.

      “…nos diste el Siervo de Leo. S. Kopp” sigue la oración que le dedican sus fieles:“una persona que ayudó mucho a sus trabajadores pobres y a los campesinos comprándoles siempre a buenos precios sus cosechas de cebada.

      Y otras buenas obras, aún siendo de origen judío en unos tiempos muy difíciles”
Su mausoleo es un rectángulo gris, protegido por una reja negra bajita abierta en el centro para poder entrar. En él están enterrados también su esposa Mary Castello y sus hijos Guillermo y Juanita Kopp. En sus placas se pueden ver las inscripciones: “que nos de tranquilidad y prosperidad, amen”, “leer Juan 15:7 y éxodo 20”, y una más grande que las otras: “cuide de todos los ladrones”. Sobresale una estatua humana dorada, de un hombre flaco, demacrado de la que muchos creen que es el mismo Kopp. No es así. Es en verdad una copia de la famosa escultura El Pensador de Rodin, sólo con una pequeña diferencia: tiene la cara de Bolívar. Leo Kopp tenía en realidad una cara regordeta, y lucía una barba prominente. En ocasiones, vestía de traje de paño a rayas y sombrero de ala corta. El escultor español Victorio Macho, autor de la escultura, vino a Colombia en 1939 a traer la de Rafael Uribe Uribe, hoy instalada en el Parque Nacional. Es muy probable que en ese viaje también haya traído la escultura que hoy posa en el mausoleo Kopp.

      Dice Carlos Bojacá, creyente de 63 años, que a Leo S. hay que pedirle un favor a la vez. Y en el oído izquierdo, porque en vida escuchaba poco. Sólo cuando ya le haya cumplido uno, puede pedirle el otro, continúa diciendo Carlos, quien antes le rezaba por un milagro para su mujer y ahora para que su hermana le devuelva la parte de la herencia que le corresponde. El milagro para su mujer, efectivamente se cumplió: ella llevaba 18 años trabajando en la Clínica de la Mujer y no la iban a pensionar. Después de pedirle con mucha fe, y cumplirle la promesa de llevarle flores, la mujer salió pensionada.

      “…te pedimos con toda la confianza que nos dan los diversos favores recibidos por tus devotos Que han susurrado sus peticiones en el oído de tu estatua de bronce
Durante muchas décadas, Los cuales se han visto favorecidos con el cumplimiento de lo pedido por su intercesión”

      Un lunes, frente a su mausoleo, hay una fila de unas 15 personas. Hay una señora bajita de unos 60 años, pelo corto y teñido de negro. Mira al frente y susurra alguna oración. Detrás hay una persona que no parece mujer, lleva jeans y el pelo largo y café claro, recogido. Se para sostenida en un pie y cruza los brazos. Detrás de ella, hay un anciano de pantalones y zapatos cafés y una chaqueta azul oscura. Avanza con dificultad, y mantiene la mirada altiva. Al rato llega una joven de piernas gruesas y chaqueta abullonada, con gafas oscuras y el pelo apretado en una moña. Lleva cinco rosas rojas y parece más inquieta que los demás. Después llega una pareja con su hija de unos 6 años. Ella lleva jeans oscuros, botas altas negras y chaqueta de cuero del mismo color. Tendrá unos 35 años. Su pareja parece más joven, y lleva un abrigo de terciopelo veteado de blanco y marrón. Mientras uno de ellos está en su turno hablándole al oído a la estatua, todos ellos miran al suelo, cruzan los brazos, esperan en silencio. Cada uno va poniéndole ramos de flores: astroemelias amarillas y rojas, rosas rosadas y blancas. Se las ponen en las manos, en el cuello, en las piernas.

      Detrás de la fila, y de una mesita de madera cubierta por un mantel desgastado, de tela raída que fue blanca, se encuentra un cura falso dando misa. Delgado, bajito, ojos redondos y verdes y piel descascarada por el frío. Recita en voz alta los nombres de las personas que han hecho ofrecimientos y oraciones a Kopp. Lee de un cuaderno escrito a mano que parece tener varios años de uso, y a veces le toca detenerse un poco antes de pronunciar la siguiente sílaba porque se le enredan las palabras. La fila de devotos le da la espalda y muy pocos responden a sus salmos.
MTA -como se hace llamar- da esta especie de misa en este lugar hace 7 años. Al final, reparte entre sus feligreses la “oración por el alma de Leo Kopp” y que al final indica: “se rezan tres Padrenuetros, un Avemaría y una Salve por nueve lunes, mandando a celebrar la Santa Misa Comunitaria”.

      Él, como tantos otros autoproclamados sacerdotes de la fe popular que oran en el Cementerio Central, no está certificado por la iglesia católica. Eso asegura el sacerdote Alexander Rojas, este sí ordenado y encargado de las misas dominicales. No tiene más de 27 años, y se prepara para su misa de las 10 de la mañana. Tiene el pelo peinado con gel, la nariz recta y los ojos oscuros. Mientras pone encima de su camisa a cuadros y sus jeans una sotana blanca, me dice:

      -Son ortodoxos o romanos, pero tienen derecho. La libertad de culto está amparada en la Constitución, entonces uno qué les puede decir.
De cervecero a milagroso, a Leo S. Kopp le piden ahora favores que tienen que ver con la salud, el trabajo, recuperar algo perdido, y hogares que estén por desintegrarse. “Aseguran muchísimas personas que sus peticiones han sido cumplidas a cabalidad”, recita la pequeña reseña que hay en el papel de su oración.

      “…estaremos siempre agradecidos a Ti Señor Dios y al Siervo de Dios Leo  S. Kopp, ya que estamos seguros se encuentra disfrutando de tu gloriosa mansión celestial.Amén”

Al cerro de María Lionza o montaña de Sorte acuden muchas personas durante el año. En especial los días de San José, la Virgen de Coromoto, la Virgen del Carmen y el 12 de octubre.es un sitio religioso-espiritista de Venezuela ubicado en un sector montañoso del estado Yaracuy, en la Serranía del Interior y muy cerca de Chivacoa, en Venezuela. En el sitio se venera a lo que algunos locales consideran una diosa indígena, un personaje conocido como María Lionza que es muy visitado por algunos peregrinos en Semana Santa. Los creyentes eligen un rincón en el bosque o un recodo en el río para construir un altar desde donde invocarla. Normalmente lo decoran con fotografías, figuras y estatuillas, vasos con ron o aguardiente, cigarrillos en cruz, flores y frutos.
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